Crítica: Nothing but the truth

. viernes, 5 de junio de 2009
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By Bart

Desde hace algún tiempo nos hemos acostumbrado a que las películas de dramas políticos o que tengan que ver con situaciones de autoridad emanadas de Hollywood, abarquen frecuentemente y hasta el cansancio los mismos tópicos archirepetidos y refritos hasta más no poder: intrigas foráneas, amenazas externas, hombres locos que quieren acabar con la nación o algún superhéroe que salva al país. La industria del cine, consciente de ello, adereza cada nueva producción de este género (dependiendo del film) con más o menos balas, con más o menos sexo, con más o menos violencia; lo cual no logra cambiar el final emulado desde tiempos inmemoriales: la bandera de cincuenta estrellas flameando al viento y un mundo mas feliz y seguro gracias a EEUU.

Por eso, sorprende un poco la propuesta que hace “Nothing But The Truth” (2008), ya que la película no avanza por los mismos rieles que la mayoría de las de su género, siendo así, una propuesta diferente y digna de ser aplaudida, al menos en la idea. El film cuenta la historia de Rachel Armstrong (Kate Beckinsale), una periodista que, pensando en el Premio Putlitzer y aguardando que el Presidente de los EEUU caiga, publica un reportaje en el cual se señala cómo el Mandatario –objeto al comienzo de un atentado- ataca a Venezuela, ignorando los informes que exoneraban al país sudamericano del intento de magnicidio, realizados por una agente encubierta de la CIA, Erica Van Doren (Vera Farmiga). El caso es una especie de Watergate del siglo XXI, esbozando una directa alusión a la administración Bush por su “guerra preventiva” en las tierras iraquíes. Dicho concepto es el que se celebra, pues abre un abanico de críticas a la forma de cómo EEUU ha venido desarrollando su política exterior en los últimos ocho años.
Con la publicación del reportaje, la periodista comienza a ser objeto de un severo hostigamiento por parte de la CIA y del Fiscal designado para el caso, Patton Dubois (Matt Dillon). Y es en esta parte del film en donde quedan en evidencia sus principales virtudes y sus más notorias deficiencias. Con una cámara inteligente, apoyada de una dirección que da espacio para la duda y la conjetura, la película sigue el camino trazado exegéticamente por el guión, lo cual es su arma de doble filo: al estar supeditada fuertemente a él, no hay espacio para ahondar en los personajes, ni descubrir su faceta humana. Las situaciones de angustia, de peligro, no alcanzan a generar la grandilocuencia necesaria para estar a la altura de la situación. La batalla que se produce entre la periodista y el fiscal al no querer delatar a su fuente, se vuelve algo insulsa y esta carencia de psicología el director la suple con minutos prescindibles de suspenso. Es cierto, no es una película de Raul Ruiz, pero se nota demasiado que los personajes están al servicio de la trama y no se produce una conjugación entre ambos aspectos, quedando así una historia sin personalidad y sin dolor real (la relación entre madre e hijo cuando la primera está en la cárcel es inútilmente inexistente, se podría haber desarrollado todo un perfil humano a partir de ella, o bien, la impenetrabilidad del fiscal a veces aburre).

El principal motivo de Nothing But The Truth es poner al relieve la eterna batalla entre el beneficio personal directo o los principios inherentes a la integridad del ser humano. Con una historia en el papel sólida, armada hasta el más mínimo detalle, logra captar la atención del espectador, que aguarda con algo de impaciencia el desenlace. No obstante, por el defecto ya anotado, dicho final se vuelve predecible y no encuentra su contexto natural. Sin duda, el director dejó pasar la oportunidad de realizar una película completa, una producción que se abocara tanto a la trama como a la construcción de personajes que representaran las vicisitudes de la historia. Aun así, es un film recomendable por lo que hay detrás, por la idea que lo inspiró y que –al menos en el libreto- funciona bien.

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